No es un secreto que, con la llegada de la fotografía digital las posibilidades de poder aprender fotografía se han expandido exponencialmente. Pero lo cierto es, que estos aprendizajes acaban quedándose estancados muchísimas veces a los pocos meses de comenzar.
Uno de los factores que centran que la curva de aprendizaje disminuya es cuando se acaba por dominar, en gran parte (que no toda por supuesto), la técnica fotográfica. Aquí es cuando se acaba lo que en buena parte conocemos como fotografía y pasa a primera línea otros factores que van más allá de usar bien los parámetros.
Elegir, meditar y pensar que limitamos
Elección de temáticas, realización de series, empezar a “mirar” de una forma diferente o crear tu estilo propio comienzan a ser factores que son las únicas posibilidades para seguir mejorando. Este tipo de cosas, que tanta importancia tienen parar potenciar nuestra fotografía y por tanto nuestra creatividad, tienen ciertas formas de conseguirse; pero, a buen seguro, os digo que disparar cantidades ingentes de fotografías sin antes hacer unos ejercicios mentales no lo van a hacer.
Es cierto, hacer fotos a día de hoy y ver sus resultados no cuesta dinero (bueno aquí entraríamos en un eterno debate el cual hoy no toca). A pesar de ello, eso no significa aprender únicamente y exclusivamente debido a que haya cantidad. Es posible que a base de hacer eso sin pensar, durante todos los días y disparando cien o doscientas fotos acabemos por conseguir nuestro cometido; pero creo que no es la forma correcta.
Uno de los factores para mejorar en nuestra creatividad y nuestro raciocinio fotográfico puede pasar por limitar la cantidad de fotografías que disparamos. Ponernos unos límites en cuanto a cantidad de fotografías puede hacer que nos pensemos de verdad la toma, que nuestro ojo se acostumbre a discernir entre lo bueno, lo interesante o lo extraordinario.
Seguir practicando y combinar para aumentar el aprendizaje
Soy de los que considera que la fotografía química tiene sus ventajas con respecto a la digital y la digital sobre la química; y por tanto que mejor que aunar lo mejor de ambas para ensalzarlos más aún. Por tanto, pensemos que en nuestra cámara digital tenemos un carrete de 36 fotografías, o el límite que queramos (pero sin pasarnos). Todo esto, hará que vayamos cogiendo soltura en muchos factores externos, pero no menos importantes en la fotografía. Aprender a mirar, y que mejor manera que hacerlo con limitaciones.
Con esto no quiero decir que no debamos usar lo bueno que nos da la fotografía digital, pero considero que la mala costumbre nos ha hecho caer en situaciones fáciles que, además, no nos ayudan tanto como deberían. Y es que ya se sabe, todo tiene sus cosas buenas pero sino sabemos enfocarlas bien…
Así que os traslado una pregunta, ¿Y si limitamos nuestras fotografías para conseguir mejorar fotográficamente?